Porque sueño, yo no lo estoy. Porque sueño, sueño.
Porque me abandono por las noches a mis sueños
antes de que me deje el día, porque no amo, porque
me asusta amar, ya no sueño. Ya no sueño...... A ti,
la dama, la audaz melancolía que, con grito solitario,
hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio; tú que
atormentas mis noches cuando no sé qué camino de
mi vida tomar... te he pagado cien veces mi deuda.
De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas
de la mentira que tú misma me habías obligado a oír.
Y la blanca plenitud, no era como el viejo interludio y
sí una morena de finos tobillos que me clavó la pena
de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó
más que el remordimiento de haber visto nacer la luz
sobre mi soledad. E iré a descansar, con la cabeza entre
dos palabras, en el valle de los avasallados.
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